Siempre vigente, el ensayista y poeta Santiago Kovadloff cerró el ciclo de Verano Planeta con Hombre Reunido, un trabajo donde "la poesía es generosa conmigo."
por Albertina Marquestau
Santiago Kovadloff se veía realmente emocionado. Era la primera vez -confesó-, que alguien le leía un poema suyo y él podía disfrutarlo. La escena se vivió horas antes del cierre de la 20º edición del ciclo Verano Planeta, donde la reportera gráfica de LA CAPITAL, Marcela Golfredi, se animó a leerle al gran poeta y escritor uno de sus trabajos publicado en Hombre Reunido, el tercer libro de poesías editado por Planeta. “Estoy realmente emocionado, siempre me piden que yo lea mis poemas y ahora escucharlo de alguien me conmueve”, asegura Kovadloff.
Reconocido por sus ensayos, poemas y traducciones, este hombre de 74 años se siente “más vivo que nunca” para seguir creando: “Estoy a disposición, cuando la musa me busca, le hago caso”.
“Este es el tercer libro de poemas que publica Planeta y creo que decidieron equivocarse”, aseguró entre risas el poeta quien reconoció el “honor” de formar parte de esta trilogía de autores.
– Este libro es el fruto de la compilación de sus trabajos como poeta, lo que no es poca cosa…
– Yo no quise llamar a este libro obra completa porque no lo es. Mientras me sienta bien, seguiré escribiendo. Y este libro lo que ha hecho es reunir al hombre que se dispersó en nueve libros previos, por eso Hombre Reunido.
– En las últimas poesías hay palabras de despedida, ¿por qué?
– Sí, sin duda. Eso se llama sentido común (risas), tengo 74 años y la muerte ha dejado de ser para mí algo inverosímil. Hay una edad en la que la muerte es inverosímil aunque pueda ser real, y es perfectamente factible que yo fallezca esta noche. Y sobre todo, y hablando muy a fondo, es un sentimiento el transcurso del tiempo y el de la vejez que para hacerse sentir no implica que uno esté mal (yo me siento muy bien y activo), pero lo importante de la poesía dicho esto es que los sentimientos del tiempo los compartimos todas las personas que los tenemos. Lo que me lleva a mí sentirme lleno de gratitud es el hecho de poder transformar ese sentimiento en literatura. Ese es un privilegio, un don y un anhelo que se pueda cumplir, para mí es una satisfacción inmensa. Yo a los 30, 40 aún a los 50 años me preguntaba si a los 70 iba a querer y desear escribir y sí, lo deseo. Y la verdad es que sigo escribiendo y la poesía es generosa conmigo y me visita con bastante frecuencia.
Poesía y más
– ¿Cómo es el proceso de creación de la poesía?
– Vamos a ver si puedo decirlo. Me parece a mí que la vivencia poética es inicialmente una iluminación, es decir el producto de un instante inspirado en el cual algo ordinario y habitual se transforma en extraordinario o infrecuente por obra de la mirada que uno le dirige. Por ejemplo, hace pocos días trabajaba yo sobre un poema que esbocé hace algunos meses. El esbozo es el fruto de un momento de arrebatamiento, de una iluminación repentina. Yo pasaba camino a la tintorería frente a una puerta que me recordó otra puerta que creo idéntica de mi niñez. Esa superposición entre las puertas, me tocó con la fuerza de una revelación. Volví a ver aquella puerta y con ella todo lo que connotaba. Yo no tenía el propósito de ver nada, sino que iba a la tintorería, pero fui sorprendido por esa revelación, la anoté de inmediato y no pude hacer en ese momento otra cosa más que guardar mi arma (libreta que lleva en el bolsillo de su saco) y anoté dos o tres líneas. Meses más tarde, decidí retomar esa intuición e interrogarla, ver si lograba abrir lo que esa asociación implicaba, o sea, revelar el secreto que guardaba. No sabía en qué dirección iba a ir o cómo se desarrollaba eso, sabía que había algo que me llamaba y de hecho hoy es uno de los poemas nuevos. Me puse a trabajar en una tarde que estaba a bordo de un barco que recorría el Pacífico, busqué un salón apartado donde pude estar solo. Trabajé unas 6 horas en la redacción del poema buscándolo, perdiéndolo y volviéndolo a encontrar y cuando lo tuve, me di cuenta que el poema es el producto de una ofrenda interior que uno no busca sino que encuentra y de un trabajo intensísimo en el que lo encontrado se vuelve la materia de una exploración de un buceo, de una investigación.
– En el prólogo usted plantea que el poeta renace con la lectura -en voz alta-, de sus poemas….¿cómo es eso?
– Yo creo que el poema es una partitura, si uno la ejecuta debidamente con su voz, le infunde la vida que le permite a quien la escribió, irrumpir en quien la dice. El poema tiene una música propia, pero todo es música si es literatura. Una buena página de Saer o Borges leída debidamente, rinde mucho más que leída sólo con los ojos. No digo que la emoción sea menor para quien lee, pero es mayor para quien escucha. A mí me parece que una cosa es el creador de la obra y otra el cantante o intérprete. A veces algunos tenemos la fortuna de tener una voz apropiada y saber leer. Julio Cortázar leía muy bien, Galeano y otros que tienen una voz apropiada para la enunciación oral del texto y un sentido oral de la carencia que es típico de un músico. Dónde se nota esa aptitud, en la administración de los silencios. Borges ha sido genial, pero no era un buen lector de sus cosas porque era muy tímido y no tenía buena voz.
– Usted dedicó muchos de sus trabajos a dar a conocer sus pensamientos pero la poesía, ¿es más íntima?
– La intimidad es más explícita en la poesía, pero la vivencia y la emoción de escribir yo la siento cada vez que me convoca algo. A veces es una puerta y el texto desemboca en un poema, a veces es una idea y desemboca en una nota periodística de carácter político y a veces es otra idea de índole filosófica y me lleva a escribir un ensayo. Es decir, no es que la inspiración exista en determinados géneros y en otros no, muchas veces me han preguntado si me daba lo mismo escribir el prosa y poesía, la verdad es que yo estoy a disposición cuando la musa me busca le hago caso.